La regresion del vampiro
Contemplar un mundo en un grano de arena. Un cielo en una flor silvestre. Sostener el infinito en la palma de la mano. Palpar la eternidad en una hora.
Cayo un poco fría la negrura, no distinguí el pequeño lazo que cortaba las olas de frenesí. En unas horas se empezaba a consumir el acaloramiento que se sobreponía a la predilección. Y aun así, aquella falacia seguía taladrando mi designio; esa detestable falsedad que tanta estupidez estaba cobrando por adelantado para malograr un vínculo de sometimiento.
Fije mi ansiedad en el apetito de damnificar las cuerdas agujeradas que unían a dos caminos ciegos e inexactos. Perdí mis deseos de concretar una personalidad adecuada, había perdido la idea de nobleza y honor en mi conmoción.
Gire por horas en ligeros círculos; gire, gire hasta que volvió a aparecer. Aquel lóbrego animal de descomunales dimensiones había hecho acto de aparición frente mis ojos. Tenía un aspecto bastante diferente al de la primera ocasión. Largos cuernos que sobresalían del macho cabrío, en el suelo se delineo la figura de la cola de pez que mostraba con orgullo.
―¿Hasta cuándo dejaras los cambios de humor? ―dijo con voz serena y sutil
―Cuando me levante en la prominencia ―lo mire a los ojos―. ¿Te encabrona ser burlado?
―Entiendes que solo un descuido es suficiente. Un detalle nada lo es ―advirtió―. Tu irracionalidad terminara por alabarme ―comenzó a reír ante la idea―
―Antes, tú alabaras la vileza que se aprovecho de tu propio descuido ―carcajee―. Has de admitir que soy el mejor de dos perversos.
―Y la inmortalidad de la carne se terminara algún día, pequeño vampiro.
―No es inmortal lo que rejuvenece, mas tiende a morir aun más que un cuerpo normal. Cuán vano es buscar la vida eterna de la limitación humana ―replique.
―Entonces te has sentenciado a las restrinjas.
―Que me encadenen aquí, pues jamás me tendrás ―suspire.
En un soplo ligero y sofocante su imagen comenzó a fundirse con el piso hasta desaparecer completamente. Y aquella visión comenzó a cambiar. Comprendí que nunca había dejado de ser el pequeño que jugaba en el rincón de las paredes, sin desear las compañías funestas; que poco habrían de dañarme. Fantasmas que nunca deje entrar, y que al final tenía que observar de frente en la regresión de las marchas.
Confundí las ideas, regrese a la etapa de las fantasías de cordialidad y promesas que se perdieron vagando entre los cabellos. Aquellos cabellos que se recordaban en el carmesí de las olas en medio de los dedos.
Planeaba regresar nuevamente, ser el sucesor de mis propias descargas, pero entendía que aquello no se borraría, era ya parte de la estampa mental. Como un adolescente deje llevarme de los impulsos, sin controlar sentimientos, imágenes. Las observaciones eran el tapujo de la objetividad que se encontraba en las tardes, en las noches. Cada vez mas era una excavación en retroceso.
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