Muchas veces, para prosperar en este mundo hay que tener un aire de tonto, pero sin serlo.
Se sienta el amor en el cráneo de la humanidad.
Y sobre tal solio el profano, con risa procaz,
sopla alegremente redondas burbujas que en el aire suben,
como para juntarse a los mundos al fondo del Éter.
El globo luminoso y frágil en un amplio vuelo,
revienta y escupe su alma pequeña como un áureo sueño.
Y oigo al cráneo, a cada burbuja,
rogar y gemir:
―Este fuego feroz y ridículo, ¿cuándo acabará, monstruo asesino?
Pues lo que tu boca cruel esparce en el aire es mi cerebro, mi sangre y mi carne―
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