23:34 | Author: Ellery Hackett
Lucida carne, alma. Escrúpulos ilusorios animando las ansias de abandonar los matices de cada tarde.

El tiempo perdido nunca se detuvo, dejo estampada una huella cruel. Todo fuera de ella.

El molesto sonido de movimiento terrestre, entre los escombros, capto mi
atención. Sutil, molesto, efímero y simulado lamento que excavo hasta los ojos.

Se arrastraba sin boca. La pesadez de su propio cuerpo era su lamento, mediocre y sin juicio. Fue desagradable para mis ideas nivelarme al piso donde yacia el gusano; la imagen del cobarde, el tamaño tan lejano entre nosotros era desesperante.


—Soy victima de tus palabras, soy dueño de tu enojo ante mi magneficiencia —dijo en la ignorancia.

Silencio. Era la ausencia de palabras lo ideal. No manifestar al cobarde la diferencia entre un hombre y un gusano era la mejor forma de castigar. Ese egoismo se convirtio en su penitencia.

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